Entre las víctimas se encuentran monjes budistas aplastados por el colapso de un monasterio, niños que fallecieron al derrumbarse sus escuelas y cientos de musulmanes que murieron cuando colapsaron las mezquitas durante el Ramadán.
El terremoto podría exacerbar el hambre y los brotes de enfermedades en un país que ya era uno de los lugares más desafiantes para que operaran las organizaciones de ayuda debido a la guerra civil, advirtieron grupos de ayuda y Naciones Unidas.
El sismo de magnitud 7,7 del viernes tuvo su epicentro cerca de la segunda ciudad más grande del país, Mandalay, dañó el aeropuerto de la ciudad, derribó carreteras y colapsó cientos de edificios a lo largo de una amplia franja en el centro del país.

Las tareas de socorro se han visto obstaculizadas aún más por cortes de energía, escasez de combustible y comunicaciones irregulares. La falta de maquinaria pesada ha retrasado las operaciones de búsqueda y rescate, obligando a muchos a buscar sobrevivientes a mano con temperaturas por encima de los 40 grados Celsius.
La televisión estatal MRTV de Myanmar reportó que el líder del gobierno militar, el general superior Min Aung Hlaing, dijo al primer ministro de Pakistán durante una llamada que 2 mil 700 personas habían muerto, con más de 4 mil 500 heridos y alrededor de 300 desaparecidos.
Sin embargo, se desconoce la magnitud de la devastación y es que en Mandalay y sus inmediaciones el 80 por ciento de los edificios está derrumbado.