Japón inició la descarga al océano del agua residual de la accidentada central nuclear de Fukushima, a pesar de la preocupación de sus pescadores y la fuerte oposición de China, que de inmediato reforzó sus restricciones comerciales contra Tokio.
La descarga de alrededor de 540 piscinas olímpicas de agua durante décadas en el Pacífico es un paso importante para desmantelar la central, todavía muy peligrosa doce años después de uno de los peores accidentes nucleares de la historia.
El vertido será muy progresivo y se extenderá hasta 2050.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica de la ONU, que dio el visto bueno al plan, supervisa este proceso que a su entender se adecua a “las normas internacionales de seguridad” y tendrá un impacto “insignificante en la población y el medio ambiente”.
Las protestas en varios países no frenaron los planes de Japón.